San Miguel obtiene una extensión corporativa de 50 años

La Corporación San Miguel ha declarado ante la Bolsa de Valores haber obtenido una extensión corporativa de otros 50 años a través de un nuevo Certificado de Incorporación con validez a partir del 21 de agosto de 2013.

Las raíces de la Corporación San Miguel se remontan a 1885, cuando los frailes de un pequeño convento de agustinos recoletos comenzaron a fabricar cerveza en el barrio de San Miguel. En 1889 Enrique María Barretto de Ycaza adquirió la pequeña fábrica y solicitó en España una concesión para elaborar cerveza en Filipinas, que finalmente le fue otorgada por un período de veinte años. La Fábrica de Cervezas San Miguel fue declarada oficialmente abierta el 29 de septiembre en el número 6 de la Calzada de Malacañang, coincidiendo su apertura con el día de la Fiesta de San Miguel Arcángel.

La cervecería fue la primera en establecerse en el sudeste asiático usando los más modernos equipos e instalaciones disponibles en la época. Las instalaciones originales contaban con una sección dedicada a la producción de hielo con una capacidad diaria de 5 toneladas, y otra dedicada a la producción de la cerveza. Con 70 empleados, la planta consiguió una producción de 3.600 hectolitros de cerveza lager durante su primer año. Posteriormente también se elaboraron otros tipos de cerveza, como la Cerveza Negra.
La fábrica fue un autentico éxito desde el primer momento y los beneficios condujeron a la expansión del negocio. En 1893 San Miguel fue incorporada como la Fabrica de Cervezas de San Miguel con un capital inicial de 180.000 Pesos aportado por varios socios, entre los que se encontraba Pedro Roxas, quien pronto se convertiría en su director general. En 1895, la cerveza San Miguel ganaba el primero de muchos premios a la calidad en la Exposición Regional de Filipinas, y en 1896 la cerveza San Miguel se vendía ya cinco veces más que todas las demás cervezas importadas en el país.

Tras la invasión norteamericana de las islas comenzó un período de incluso mayor prosperidad, ya que la demanda de cerveza se disparó. Pedro Roxas acometió entonces ambiciosos planes de modernización, instalando cintas transportadoras eléctricas y máquinas automáticas. Desde entonces la corporación continuó creciendo hasta convertirse en una de las mayores de Filipinas, ramificando sus actividades a diversas actividades relacionadas con el sector de la alimentación, tanto en Filipinas como en el extranjero, y exportando sus productos a numerosos países.

Con relación a España, en 1953 se firmó el llamado "Acuerdo de Manila", por el cual se permitió a la filial española La Segarra la elaboración y venta de la cerveza bajo la marca San Miguel. Esta empresa, que más tarde fue rebautizada como San Miguel Fábricas de Cerveza y Malta, se convirtió en una compañía separada, independiente de la matriz filipina, pero que conservaba los derechos exclusivos para utilizar la marca de la cerveza San Miguel en Europa.

Durante las últimas décadas la Corporación San Miguel decidió diversificarse más allá de todos sus negocios tradicionales, dirigiendo sus esfuerzos inversores hacia industrias de energía, infraestructuras, petrolíferas, telecomunicaciones, etc., convirtiéndose así en una de las mayores corporaciones que existen en la actualidad en Filipinas.

Cádiz y Manila firman protocolo de hermanamiento

El próximo día 20 de Marzo a las 10.30h. se firmará un protocolo de hermanamiento entre las ciudades de Cádiz y Manila en el Ayuntamiento de la capital gaditana.

Este acto forma parte del calendario de actividades que están teniendo lugar con motivo de las celebraciones del Bicentenario de la proclamación de la Constitución española de Cádiz, promulgada por las Cortes Generales de España el 19 de marzo de 1812.

Ya el 15 de octubre de 1810 el gobierno legítimo español reunido en la Isla de León había promulgado un Decreto por el que se afirmaba categóricamente que "las posesiones españolas ultramarinas en ambos hemisferios forman con la Península un sólo reino, una sola misma nación, y una familia y, en consecuencia, los naturales de dichos lugares disfrutan de los mismos derechos que los nacidos en la Península". Dicho Decreto tenía como uno de sus principales objetivos desbaratar los planes de Napoleón, quien tras invadir la Península pretendía hacerse por extensión con el dominio de las colonias españolas.

Posteriormente la Constitución española de 1812 ratifica el Decreto y delimita expresamente cuáles serían esos territorios. Así, en el capítulo que trata del territorio de las Españas y de los ciudadanos españoles, se dice que "el territorio español comprende en la Península sus posesiones e islas adyacentes, Aragón, Asturias, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Molina, Murcia, Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y Valencia, las islas Baleares y las Canarias con las demás posesiones de Africa. En la América septentrional, Nueva España, con la Nueva Galicia y península del Yucatán, Guatemala, provincias internas de Occidente, isla de Cuba, con las dos Floridas, la parte española de Santo Domingo, y la isla de Puerto Rico, con las demás adyacentes a éstas y el Continente en uno y otro mar. En la América meridional, la Nueva Granada, Venezuela, el Perú, Chile, provincias del Río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y en el Atlántico. En el Asia, las islas Filipinas y las que dependen de su gobierno". De esta manera los habitantes de todas las colonias españolas adquirieron automáticamente la ciudadanía española, entre los que se encontraban todos los filipinos, los habitantes de las islas Marianas, Palaos, islas Carolinas, Sabah, islas Bonin, y demás territorios administrados por la Capitanía General de las Filipinas.

Aunque dichas disposiciones no consiguieron ser implantadas en América todo lo homogéneamente que el gobierno hubiera deseado, en Filipinas se abraza el proyecto con gran entusiasmo, organizándose una Junta Preparatoria para la elección por voto popular de los representantes filipinos a las Cortes Españolas, que dio como resultado la selección de Don Ventura de los Reyes, natural de Vigan y miembro del Real Cuerpo de Artillería de Manila. Ventura, pese a que contaba entonces con 70 años de edad, aseguró encontrarse plenamente dispuesto para tan ardua tarea, y declaró estar muy ilusionado y ser consciente del prestigio acumulado con este nuevo cargo. Durante su ausencia hasta que llegó a España el 6 de diciembre de 1811 tras un viaje de 13.000 kilómetros, las Filipinas estuvieron representadas por los diputados Pedro Pérez de Tagle y el Dr. José Manuel Couto, quienes participaron activamente en la redacción y promulgación de la nueva Constitución. Como representante oficial Ventura de los Reyes participó en la convocatoria de las Cortes de Cádiz y durante las sesiones su actividad se centró principalmente en los debates relacionados con el sistema electoral y las reformas estructurales del archipiélago filipino, aportando diversas enmiendas a las reformas de la agricultura y el comercio. Finalmente este comerciante ilocano sería uno de los delegados que firmaron la Constitución de 1812, un día antes de su promulgación. Pasó un año antes de que la Constitución se diera a conocer definitivamente a los ciudadanos filipinos, y por ende españoles, el 18 de abril de 1813 en Manila.

Estados Unidos devuelve campanas de Meycauayan

Estados Unidos ha devuelto a Filipinas dos pequeñas campanas que fueron sustraídas por soldados de las tropas estadounidenses que participaron en la guerra filipino-estadounidense, tras el bombardeo de una iglesia en la localidad de Meycauayan.

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores filipino, Raúl Hernández, relató como las campanas fueron encontradas en julio de 2011 por una monja  del convento de las Hermanas de la Misericordia en Omaha, Nebraska. Se desconoce quién entregó las campanas al convento, aunque se cree que debieron ser depositadas allí debido al carácter religioso de los objetos. Una vez averiguada su procedencia, las Hermanas de la Misericordia entregaron las campanas al Cónsul General de Filipinas en Chicago, Leo M. Herrera-Lim, quien puso en marcha los trámites para que fueran devueltas a Filipinas. Herrera-Lim agradeció a la orden religiosa la entrega de las campanas asegurando que el acto ofrecía la "oportunidad para reflexionar sobre este lamentable episodio de nuestra historia y para renovar los lazos que unen a nuestros pueblos". El Cónsul también destacó el hecho de que hubieran sido las Hermanas de la Misericordia los "instrumentos de Dios en este acto de paz y reconciliación".

Oficiales del Gobierno filipino en Manila calificaron las campanas como "tesoros incalculables del patrimonio nacional". Las campanas, que miden aproximadamente unas 10 por 3,5 pulgadas y pesan cerca de cinco libras, serán ahora depositadas en el Museo Nacional de Filipinas, aunque la Diócesis de Malolos ya ha anunciado su intención de reclamarlas.

Otras tres campanas de dimensiones mucho mayores y pertenecientes a la iglesia de Balangiga en Sámar Oriental, siguen siendo reclamadas por el gobierno filipino. Las campanas fueron sustraídas por el ejército de los EE.UU. en 1901 como botín de guerra tras los ataques en represalia a una emboscada de los insurgentes filipinos a las tropas estadounidenses que se saldó con cerca de 50 soldados americanos muertos. En la actualidad una de las campanas de Balangiga se encuentra en una base militar en Corea del Sur, mientras que otras dos están expuestas en una antigua base del Regimiento de Infantería en Wyoming.

Descubren un galeón español hundido frente a la isla de Panay

Un equipo de arqueólogos y buzos filipinos han hallado un galeón español junto con la mercancía que transportaba cuando se hundió hace un numero indeterminado de siglos frente a la costa de la isla de Panay, según ha indicado el portavoz del servicio de guardacostas de Filipinas, Alger Ricafrente.

El pecio se encuentra a unos 33 metros de profundidad y en su localización han participado varios expertos del Museo Nacional de Filipinas asistidos por buzos de la Fundación de Extremo Oriente para la Arqueología Náutica, con sede en Manila. "Pidieron ayuda al servicio de guardia costera para localizar el lugar exacto en el que se hundió el barco. Después se sumergieron a una profundidad de unos 33 metros para hacer sus investigaciones, tomar muestras y hacer fotografías", señaló Ricafrente.

El portavoz también precisó que la nave, de la que se desconoce hasta el momento su antigüedad y la mercancía que transportaba, está parcialmente cubierta por la arena entre la que sobresalen algunos objetos. "No sabemos exactamente de qué siglo es, solo que data de la época colonial española. Tampoco sabemos por qué se hundió, el Instituto de Historia está llevando a cabo una investigación".

No es la primera vez que se encuentra el naufragio de un galeón español cargado de mercancías en aguas filipinas. En 1992 el arqueólogo francés Frank Goddio encontró los restos del San Diego, un galeón requisado y acondicionado como navío de guerra por Antonio de Morga y que se fue a pique en el año 1600 mientras batallaba con un barco de guerra holandés frente a la isla filipina de Fortuna, a unos 100 kilómetros al sur de Manila. El pecio del San Diego se encontraba a unos cincuenta metros de profundidad y contenía unos 6.000 objetos de la época, muchos de ellos de gran valor, que fueron adquiridos por el Gobierno español en 1999 por 800 millones de pesetas (4,8 millones de euros) y depositados en el Museo Naval de Madrid.

Los galeones españoles que unieron Manila y Acapulco durante 2 siglos y medio eran conocidos como Galeones de Manila o Naos de China, debido a que una gran parte de la carga que transportaban procedía del país asiático. Las naves cruzaban el océano Pacífico una o dos veces por año entre Manila y los puertos de Nueva España, principalmente Acapulco.

Los galeones llevaban especias (pimienta, clavo y canela), porcelana, marfil, laca y elaboradas telas (tafetanes, sedas, terciopelo, raso), recogidas tanto de las Islas de las Especias como de la costa asiática del Pacífico, y otras mercancías que se vendían en los mercados europeos. También llevaban artesanía china, biombos japoneses, abanicos, espadas japonesas, alfombras persas, jarrones de la dinastía Ming y un sinfín de productos más. Los intercambios comerciales entre Asia oriental y los países occidentales se realizaban principalmente utilizando monedas españolas de plata traídas de Méjico. Los cargamentos eran desembarcados en Acapulco y luego transportados por tierra hasta el puerto de Veracruz en el golfo de Méjico, donde eran reembarcados en las naves de la flota de Indias con destino a España.

Aunque el primer viaje normalmente se atribuye a la expedición comandada por Andrés de Urdaneta, quien llego a Méjico a través del océano Pacífico aprovechando la corriente de Kuro-Siwo, algunas crónicas aseguran que el verdadero descubridor de la ruta fue Alonso de Arellano. En cualquier caso no se conocen demasiados detalles, ya que se guardaba el más riguroso secreto para evitar que piratas y navíos militares de países enemigos pudieran asaltar los convoyes.

Los Galeones de Manila mantuvieron una de las rutas comerciales marítimas más duraderas de la historia, funcionando desde 1565 hasta 1815, cuando la Guerra de Independencia de Méjico interrumpió el servicio definitivamente.

 

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